lunes, 13 de abril de 2009
La iguana rosa de las Galápagos desconcierta a los científicos
MICHELE CATANZARO
BARCELONA
A Charles Darwin se le esca- pó una iguana rosa. Si en su viaje por las islas Galápagos (Ecuador), el naturalista se hubiera demorado más tiempo en la Isabela, quizá habría podido ver corretear por las cuestas del volcán Wolf un reptil de un insólito color rosado, con bandas negras en la cola. La iguanas son lagartos nativos de las zonas tropicales del centro y sur de América y del Caribe. Hasta hace poco, las Galápagos destacaban por tener la única especie de iguana acuática del mundo. Pero la iguana rosa representa un nuevo récord.
Aunque los primeros avistamientos del animal se registraron en 1986, no ha sido hasta principios del 2009 cuando los investigadores han concluido que el reptil pertenece a una especie aparte, desconocida hasta ahora. Además, no se trata de una especie cualquiera: el primer ejemplar habría vivido hace cinco millones de años, lo que haría de este animal uno de las más antiguos de las Galápagos. El misterio radica en que entonces la isla Isabela todavía no existía. A la espera de esclarecer có-
mo las iguanas rosas pudieron llegar hasta allí, los científicos han lanzado una señal de alerta. En sus campañas de investigación se han podido observar solo 36 ejemplares, lo que implica que la especie está al borde de la extinción. En los próximos días, los investigadores anunciarán el nombre científico oficial de la nueva iguana.
DIFERENCIAS VISIBLES
"Los guardaparques de las Galápagos la llaman rosada", relata Gabriele Gentile, zoó-
logo de la Universidad de Tor Vergata (Roma) que ha liderado la investigación junto con científicos ecuatorianos y norteamericanos. "Fueron ellos quienes me hablaron por primera vez de esta rareza en el 2000". Picado por la curiosidad, Gentile organizó dos expediciones en el 2005 y el 2006. En la primera registró y fotografió cuatro ejemplares, y en la segunda, 32. "Todo hacía sospechar que se trataba de una especie nueva --prosigue-- no solo por el color de la piel, muy distinto del amarillo de las otras iguanas terrestres, sino también por la forma de la cresta, menos marcada, y sobre todo por el comportamiento sexual". Antes del aparejamiento, las iguanas se comunican meneando rítmicamente la cabeza, como si dijeran que sí repetidamente. Gentile y sus colegas han notado que el ritmo y la frecuencia de los meneos en las iguanas rosas son muy distintos respecto a los de las amarillas. Esto hacía pensar que el apareamiento es difícil entre ellas, un nuevo indicio de que podría tratarse de especies distintas.
El análisis genético confirmó esta suposición: la diferencia entre los genomas de las especies rosa y amarilla alcanza el 7%. Tampoco se han encontrado trazas significativas de mezcla genética entre las dos variedades. "La ventaja evolutiva de desarrollar una coloración rosada por ahora no está clara --comenta Gentile--, pero sabemos que los carotenoides que confieren la coloración son beneficiosos contra los radicales libres".
Las numerosas preguntas que plantean las iguanas rosas podrían quedar sin respuesta si se extinguieran. "Con menos de 250 individuos registrados, este animal responde a los criterios de especie en peligro", alerta Gentile. "Aún más en las Galápagos, donde un par de perros asilvestrados pueden exterminar centenares de iguanas, como ya pasó en el 2002". Las especies introducidas son una plaga en las islas. "Ahora la conservación es una prioridad, ya que es demasiado pronto para plantearse la cría en cautividad".
El mayor misterio sobre las iguanas rosas es cómo han llegado donde están. El análisis genético ha permitido determinar la edad del último ancestro común de las iguanas amarillas y rosas, estimada en unos cinco millones de años. Es un resultado chocante, ya que hasta ahora se asumía que la última generación de especies nuevas no se situaba antes de los tres millones de años. Pero lo que más extraña es que la isla Isabela y el volcán Wolf surgieron del mar hace solo dos millones de años. "Estamos intentando buscar fósiles para averiguar si las iguanas emigraron de alguna isla desaparecida", explica Gentile.
BAUTISMO CIENTÍFICO
"Respecto al nombre científico, lo único que puedo anticipar es que no será rosada", anuncia Gentile. Las sorpresas de las Galápagos podrían no acabar aquí. El zoólogo afirma que su equipo trabaja en una reclasificación de las iguanas, de la cual podría surgir alguna especie nueva durante el año que viene y que algo parecido están haciendo unos investigadores norteamericanos con las tortugas gigantes. "Si durante siglos quedó oculto un animal que pesa entre seis y siete kilos y puede superar un metro de longitud --concluye Gentile--, eso quiere decir que hay todavía mucho que descubrir en las Galápagos".
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